SALUD MENTAL, COVID, ADOLESCENCIA Y JUVENTUD

En primer lugar decir que no somos psicólogos o médicos, pero como entidad comprometida con los jóvenes, observamos nuestro alrededor y estamos preocupados, por eso, hablar de salud mental fuera del ámbito científico, entre nosotros, para saber si compartimos las mismas sensaciones nos parece importante. El objetivo es ayudar, comprender, nada más. Lo que se lee en los informes realizados por UNICEF y la ONU, unido a lo que publican los medios pone la carne de gallina.

Con anterioridad a la pandemia todos nos hemos estremecido alguna vez oyendo hablar de anorexias; bulimias; comportamientos agresivos o lo contrario: actitudes de aislamiento; de adicciones tempranas a videojuegos, drogas, alcohol… de terribles casos de bulling; de disconformidad con el físico; y, por otro lado, con casos de abusos que enfurecen y escandalizan. Un mundo oscuro, de cuya magnitud no llegábamos a ser plenamente conscientes, hasta ahora.

Para contextualizar, la adolescencia es el momento en el que la persona se forma con consciencia de las referencias externas y no sólo familiares, en el que se decide desde qué quieres estudiar o no, a tu forma de interpretar el mundo. Es tiempo de cambios físicos, químicos, sociales…, es un momento de crisis, pero en su significado primero, el que se refiere a cambios importantes con consecuencias también importantes. Durante este proceso, estar para ellos y hacerles ver que, si te equivocas, vuelves a empezar, parece lo más sensato. El “tú puedes” no es sólo un slogan, es real, pero los tiempos para alcanzar los objetivos, no suelen coincidir con lo que uno se marca. Eso es vida.

El caso es que el bloqueo inesperado y radical causado por el Covid ha dado lugar a dos/tres tipos de experiencias bien diferenciadas.

  1. La de consecuencias menos dañinas:

Al principio parecía una aventura hasta feliz, con más tiempo para estar conectado con tus amigos, con tiempo libre para desarrollar tus “curiosidades”, de repente la familia estaba reunida alrededor de la mesa, de una película, hablaba, buscaba cómo disfrutar del tiempo juntos y, es verdad, estabas encerrado, pero en fase exploración de posibilidades. Luego todo se fue oscureciendo, digámoslo así, porque, quien más y quien menos, empezó a vivir la angustia de perder seres queridos (por ti o por tu alrededor), a verse afectados económicamente, porque los ahorros se esfumaban y la inseguridad sobre los ingresos que antes eran regulares cada vez pesaba más, el ambiente se iba enturbiando en muchas casas. Se han vivido momentos de angustia que han degenerado en cambios de actitudes, pero la mayor parte, dentro de lo normal, como respuesta a una situación nada divertida, que alteró, sueños, alimentación, humor… pero de ahí a tildarlos de daños irreversibles a la salud mental, creo que hay un trecho. De hecho, cuando por fin se ha podido regresar a una vida más o menos normal, los reencuentros, las actividades, las relaciones, se han ido recuperando y sólo queda el resquemor de volver a vivir algo semejante. Una situación anormal, pero con un desarrollo lógico.

  1. Con otro tipo de consecuencias:

a) Debió haber un punto de inflexión que no supimos apreciar o que pensamos que se resolvería naturalmente, pero no ha sido así. Jóvenes que cada vez más distorsionaron su mirada hacía sí mismos y hacia su alrededor. 24 horas al día 7 días a la semana viendo “sus defectos”, su falta de control, su creciente ansiedad, su aislamiento, los llevó a no aceptarse ni aceptar el alrededor. Las consecuencias han sido un aumento increíble de suicidios, de autolesiones, de depresiones, de agresividad…  los que han perdido el norte mientras veían su mundo derrumbarse, con situaciones de todo tipo: enfermedad, pérdida de seres queridos, dificultades económicas, incapacidad para seguir los estudios, problemas familiares… En estos casos hay que actuar, no se puede mirar a otro lado, se están formando, tienen toda la vida por delante y todo formará parte de su bagaje vital, como tantas experiencias, pero con la consciencia de que siempre se puede volver a empezar.

b) En estos casos, el COVID ha sido multiplicar exponencialmente el miedo, el aislamiento, el sentimiento de soledad. Ya vivían una situación terrible anteriormente, en muchos casos de forma silenciosa, porque el miedo, la vergüenza, la sensación de impotencia y de fatalismo ya estaba presente en sus vidas. Son aquellos jóvenes que vivían inmersos en situaciones de violencia y abusos en sus propias casas y que ahora se vieron encerrados con sus agresores las 24 horas del día, en las que cualquier chispa, racional o no, desencadenaba una tragedia. En estos casos, sólo su entorno más cercano, sus vecinos o quienquiera que tuviese o notase una situación anormal, a veces nada fácil de detectar, podría ayudar. En estos casos el cierre de los centros les ha hecho vivir un auténtico infierno.

Por todo lo expuesto, miedo da que la Salud Mental se convierta en un término comodín para explicarlo todo o como excusa para todo, pero sin tomar medidas útiles para nada, que el abuso de su uso deje de lado a los que realmente necesitan tratamiento médico y los conviertan en una cifra más o los incluyan en una categoría “especial”. Por favor, no manipulen, no jueguen, no inventen, no prejuzguen, no frivolicen, involucren a toda la sociedad y desmitifiquen de una vez por todas que acudir a un psicólogo o a un psiquiatra es producto de una situación extrema. No, no es así, son médicos, acudes a ellos cuando tienes un problema y buscan soluciones, diagnostican, tratan y unas veces tienen más éxito que otras, como en el resto de las especialidades.

Nuestro deseo es que todos los jóvenes reciban la ayuda que necesiten y que tengamos la sensibilidad suficiente para que sus silencios y sus «luchas» no nos pasen inadvertidos.

 

 



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