Hay que confiar en el proceso

En abril de 2024 se aprobó el primer proyecto grande del Taller de Vidrio Lahat: nueve vitrales para la Iglesia de San Marcos Evangelista, en San Marcos de Ocotepeque en el occidente de Honduras. Y ahí comenzó todo. El taller entero se puso manos a la obra: Germán, Daniel Castillo y los chicos.

El 4 de febrero, la Fundación se puso en marcha rumbo a San Marcos y el día anterior ya había salido el equipo de Lahat. Fueron 12 horas de camino de puerta a puerta, por carreteras complicadas, aunque con Silvio Rodríguez de fondo y ningún inconveniente. Al llegar, los chicos ya habían colocado el primer vitral y estaban trabajando en el segundo. Aunque ya no había sol, sí que llegamos a tiempo para ver el inicio de esta última etapa.

Los dos días siguientes fueron de mucho trabajo y esfuerzo, pero con la emoción por delante. El Padre Nery, cura de la iglesia, estaba encantado con la perfección, rapidez y eficacia con la que se había ejecutado el proyecto. Fueron días intensos, pero también de mucha unión. Los almuerzos juntos, con el personal de la iglesia, y los ratos que pudimos compartir, fuese trabajando o charlando, fueron momentos increíbles. Cuando juntas a un grupo de personas que trabajan bajo el mismo objetivo, pasan cosas estupendas.

Tras instalar los nueve vitrales, el proyecto concluyó con éxito. Aunque aún falta tiempo para ver la iglesia terminada—porque el Padre seguirá añadiendo algunos cambios—, os prometo que ahora entra una luz distinta. Así que muy contentos, con un viaje de regreso un poco más corto y con nuevos cantautores, volvimos todos a la escuela. 

La historia  de los vitrales se puede contar rápido: de los diseños en papel a la mesa de trabajo en vidrio y, de ahí, directos a las paredes de la iglesia.

Pero en realidad, esto no comenzó en abril de 2024, sino diez años antes, cuando, con una idea un poco loca y muchas ganas de crear un impacto positivo en estas comunidades, se decidió crear una escuela que además tenía áreas técnicas, una de ellas, el arte en vidrio. Han sido muchos años de aprendizaje, esfuerzo y momentos de estancamiento, pero también de mucha fe en el resultado. Y así fue: ver a los chicos trabajando en estos vitrales, viajando hacia San Marcos, subidos en los andamios de la iglesia, sabiendo perfectamente lo que tenían que hacer y completamente orgullosos de lo que habían conseguido. Los que tuvimos el regalo de estar allí no podíamos estar más emocionados. 

Ser parte de esto es entender que la educación es el único motor de cambio real en la sociedad y que hay que apostar por ella, aunque los resultados no sean inmediatos y requieran tiempo, paciencia y confianza. Por eso, queremos, de corazón, agradecer a todos los que formáis parte de esto, habiendo ayudado de la forma que sea, llevéis más o menos años. Es increíble ver esto materializado, y solo podemos daros las gracias.

A mi me gusta pensar que hay que confiar en el proceso, aunque parezca un eslogan de Nike.

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