Diario 9: El chapuzón

Nos ahogamos.

Cómo te quedas si te digo que el 80% de la gente de la Escuela del Vidrio (jóvenes, profes y personal) no saben nadar. ¡En un país que se pasa el 20% del año inundado!

La última vez que estuvimos en Honduras fuimos a Tela, una zona de playas de ensueño (a una hora de El Progreso) por el Día del Maestro con el personal de la Escuela. Cuando nos estábamos bajando nos dimos cuenta de dos cosas: 1, no saben nadar y 2, no usan el bañador convencional que usamos nosotros. El agua del Caribe está bien caldosa y aun así esta gente se baña con neopreno, bajo la excusa de “para no quemarse”. No dábamos crédito. En su defensa diré que a Patricia y a mi nos costó dios y ayuda encontrar una crema de sol.

Lo del bañador, pues bueno, choque cultural, como dice Matthew McConaughey en su libro Green Lights (o como dice mucha más gente, pero quería citarlo, es un librazo). Pero lo de no saber nadar en un país rodeado por mares y que literalmente es de fácil inundación, eso sí que no tiene perdón, eso es educación y eso es no cuidar. 

En el vuelo de vuelta a casa, se sentaba a nuestro lado un chico hondureño, de 20 años, que se iba a Portugal para trabajar de “marín”, luego nos explicó que él se encargaría de la limpieza del barco. Era simpatiquísimo y estaba super nervioso por su primera experiencia en un avión y por la primera experiencia como marino. Le pregunté si sabía nadar y, sorpresa sorpresa, no sabía. 

Y ahora que El Progreso literalmente se vuelve a ahogar, que vuelve a llegar el agua hasta los tejados de las casas de nuestros chicos. Ahora que la pesadilla vuelve a ser real y nos inundamos de lodo, de basura (porque estas comunidades son prácticamente vertederos en sí mismos) y de hojas de palmera. La pregunta de si sabes nadar entra en una categoría de vida o muerte de “vales para ayudar” o no vales. 

Es curioso como aquí sabemos nadar para poder disfrutar de las playas y de nuestras piscinas privadas mientras otra gente debería saber por supervivencia y ni con esas se les educa. 

El otro día Javier Azanar en su podcast Hotel Jorge Juan nombraba las maravillas de nadar, comentaba “es un momento en el que estás solo, solo de verdad, sin conexión, sin ruidos (…) tu mismo en tus pensamientos” y su invitado Manuel Viales le responde: “Nadar tiene algo de filosófico, estas en un medio que no es el tuyo, eres vulnerable. A pesar de que sepas nadar y no te vas a ahogar, pero eres vulnerable porque la gravedad de la tierra no actúa. Al estar en un medio que no es el tuyo te hace situarte sobre tí mismo de otra manera ¿no?, de modo que abres pensamientos distintos de cuando estás en la tierra.” Está todo relacionado con lo lúdico, con el placer de bañarse. Y vemos cuadros, pelis, fotografías en el Mediterraneo, o Bad Bunny y Rosalia en el Caribe, a la gente borracha a caipiriñas en Cancún. Y no se nos pasa por la cabeza que nadar y especialmente en el Caribe es un miedo para un porcentaje altísimo de su población, es todo lo contrario a ludico. 

Se nos olvida que hay otros con otras vidas, que la moneda tiene dos caras. Especialmente en época estival, y vaya chasco. Y que pena, y que agobio y cómo es posible que no sepan nadar, cómo es posible que pierdan lo poco que tienen prácticamente cada dos años por culpa de lluvias y huracanes. 

Tantas cosas tan certeras que todavía no sabemos cómo explicar y muchas veces ni cómo entender. 



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