ESFUERZO ¡Qué palabra! y…¡Qué valor!

¿Se recuerda mejor lo que emociona? Cierto. ¿Es más fácil estudiar lo que te gusta? Cierto. ¿Estás más motivado para profundizar en lo que sea cuando tienes un talento natural para ello? Seguro.

Nos lo cuentan por activa y por pasiva, nos hablan de los maravillosos resultados que se obtienen en un mundo ideal en el que sólo te dedicas a aquello que se te da bien, o te gusta, o está íntimamente relacionado con tu objetivo, o existe para ti un Mago Merlín que hace que “el pensamiento analítico”  (sólo por poner un ejemplo) sea la materia más atrayente del mundo, aún cuando tu pasión sean los efectos especiales en los videojuegos, es increíble.

¿Mundo real? Bueno, es otra cosa y hay que estar preparado, para lo que gusta y para lo que no. Que algo no resulte interesante, no quiere decir que no sea útil. Que en principio no llame la atención, no quiere decir que no abra un nuevo mundo de posibilidades.

Esfuerzo, según la RAE, es el empleo enérgico del vigor o actividad del ánimo para conseguir algo venciendo dificultades. Es ánimo, vigor, brío y valor. El esfuerzo es una actitud personal, que tiene que ver con elegir cómo afrontar una tarea, tiene que ver con la búsqueda de “algo para mí” en lo que hago, tiene que ver con el compromiso y tiene que ver con el reto y la superación. El esfuerzo es lo único que nos puede servir para evitar la trampa del talento. Porque el talento, la inteligencia, la memoria, la habilidad se tienen o no y, cuando la única apuesta es ésta… puede que tal vez nos quedemos por el camino. De la mano del esfuerzo, el talento trabaja al servicio de la motivación, la capacidad y el potencial se subordinan al compromiso y de vez en cuando aparece la pasión por algo, inesperada, sorpresiva

 



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