Diario 7: Y si…

El otro día, navegando por instagram, me salió el perfil de una activista mexicana, por lo visto, muy conocida en su país, llamada Saskia Niño de Rivera. Cuenta con 189 mil seguidores en Instagram y ha sido elegida dos veces por la revista Forbes como una de las 100 mujeres más influyentes de su país.

Yo descubrí su perfil como a las 10 de la noche y hasta las tres de la mañana no me fui a la cama. Saskia tiene su propia organización llamada Reinserta, donde ayudan a jóvenes y niños a reinsertarse tras haber sido expuestos a situaciones traumáticas o que han acabado en prisión. 

Encontré el perfil mientras miraba reels, entre estos, me apareció una parte de una entrevista que se le había hecho a la activista. En ella, hablaba de la dificultad y la necesidad de entender, por parte de la sociedad, la importancia de creer en la reinserción de niños que habían estado en prisión. De ahí, me metí en su perfil y vi que había trozos de una entrevista a una de las primeras mujeres sicarias de México, la cual tenía miles de visualizaciones y mensajes de apoyo. 

Al principio me dio bastante pereza, el hecho de ver la palabra “sicaria” y emoticonos de corazones en los comentarios me sonaba como perverso. Pero acabé viendo la primera parte del testimonio y luego no tuve más remedio que verme los 16 posteriores. 

Esta chica había sido maltratada y violada desde que tenía como 9 años. A los once se quedó embarazada porque su padre prácticamente se la vendió a un amigo para salvar deudas y de ahí todo a peor. 

 

El tema es que al día siguiente, con resaca emocional, empecé a pensar qué habría pasado si esta sicaria, que tenía 30 años, llevaba nueve en la cárcel y le quedan otros 45 años (parecía que había vivido 7 vidas diferentes) hubiera caído en nuestra Escuela del Vidrio. 

Porque nuestras chicas, desgraciadamente también han sufrido atrocidades parecidas, y todos nuestros jóvenes viven en zonas con una delincuencia altísima, rodeados de maras y asesinatos diarios. Tenemos muchísimos estudiantes a los que han asesinado a sus padres, y todos tienen historias espeluznantes cerca, ya sean propias o de familiares. Cuando decimos que nuestros chicos están en riesgo de exclusión social no suena a que de verdad esa exclusión sea real, a que de verdad podrían acabar en cualquier banda y años más tarde apareciendo en los testimonios de la fundación reinserta mientras dicen cuantos años les quedan de encerrona.

Es horrible, pero me he dado cuenta de que es real, y es urgente. Que haya colegios como la escuela donde las chicas se sientan lo suficientemente acompañadas por sus profesores como para contar las atrocidades que ven o viven. El acompañamiento y el arropamiento en la infancia y la juventud es verdaderamente necesario en estos países. No solo en estos países, por supuesto, pero la exposición al desastre, a las drogas, a las pistolas, al maltrato y la violencia es mucho mayor. Están al lado, todos los días, lo viven en sus carnes y en las de sus madres, hermanos y familiares. ¿Y si no se hubiera montado la escuela? ¿Y si estos niños y niñas siguieran en esos colegios donde te pegan con la regla y volvieran a casa donde te siguen pegando? ¿Qué pasa con todos los niños que viven y se educan en los barrios más violentos de los países más peligrosos del mundo?

Hace poco cambiamos muchas fotos de la página web, y pusimos las que hicimos en el último viaje. En las fotos nuestros chicos y chicas, nuestros jovenzuelos, salen felices y contentos, porque el espacio del colegio es por y para eso, con una educación de calidad por bandera, pero lo primero, primerísimo, es que estén seguros, tranquilos y protegidos. 

Algo, que tristemente, algunos no tienen en sus casas. 



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