05 Jun Diario 41: ¿Cómo sería?
Nos estamos presentando a los premios de Filantropía de La Caixa, y una de las preguntas (que solo puedo contestar en 750 caracteres) es la siguiente:
¿Cuáles son las principales aportaciones de su iniciativa filantrópica? ¿Cómo sería el ámbito al que dirige su contribución si no se hubiera puesto en marcha?
A lo que yo he pensado: “bueno, All In y luego recorto”, y como mi primera respuesta daba para un blog, pues aquí lo tenéis:
Tenemos la creencia de que la educación, junto a la práctica de un oficio, es el motor de cambio que los jóvenes en Honduras necesitan.
Nuestra aportación no es solo educativa, sino también motivacional. Muchos de estos estudiantes tienen padres y madres analfabetos, que han tenido que trabajar desde que tenían 7 años. Hoy, sus hijos salen de la Escuela con un Bachillerato y una Formación Técnica de 3 años. Esto, en solo un cambio generacional, es un giro de 360º, abrimos la puerta a un cambio de paradigma para estas familias. Tendríais que ver a los padres en las graduaciones; el orgullo es inmensurable. Les ayudamos a conseguir una vida mejor alejada de la violencia, tan cruel y estructural en estos casos.
Honduras vive atrapada en el miedo. Todos nuestros alumnos tienen historias de verdadero terror, no poder salir de casa, escuchar disparos por la noche y convivir entre trapicheos, entre muchas otras… La presencia de una mara dominante, por paradójico que suene, a veces es sinónimo de cierta “paz”, porque al menos garantiza que no habrá enfrentamientos por quién se queda con la comunidad.
Trabajamos, principalmente, para que puedan acceder a un empleo digno que les permita mejorar su nivel de vida y alcanzar una mayor estabilidad económica. Como poder cambiar sus casas de lata por una casa de ladrillo, para que no sufran las consecuencias del calor extremo o las inundaciones. Que puedan emprender en algo que les apasiona y no tengan que verse obligados a aceptar trabajos precarios con los que, aun así, malviven. O que, en el futuro, sus hijos puedan ir también al colegio.
Pero también queremos un cambio global que se vea reflejado en las comunidades. Cosas tan simples como poder pasear tranquilos, abrir un pequeño comercio sin miedo a ser extorsionados y tener que huir para evitar que maten a tu familia, o no escuchar tiros de fondo.
No es posible hacer un gran cambio sin transformar antes los cimientos. Y esos cimientos son la educación. Aunque aún queda mucho camino por recorrer, no quisiéramos imaginar qué habría sido de estos chicos si no hubieran ido a la escuela.
Y, en realidad, para explicar esto no hacen falta más de 27 caracteres:
La educación cambia vidas.
¿Qué cómo sería Camalote si no hubiera existido la Escuela del Vidrio?
Yo creo que el sitio de baleadas de la esquina no estaría. Que los taxis no pasarían tanto por esa calle de tierra porque acabarían extorsionados o asesinados, como el padre de una alumna, porque esa zona seguiría siendo la mítica esquina de trapicheos.
Creo que los estudiantes de La Alemania, La Coroza y comunidades cercanas, que no tienen casi ni una pulpería cerca (como mini comercio de agua y comida), estarían pidiendo en la calle, vendiendo zumos en la carretera que va de camino a Tela, como muchos de los niños que nos encontramos por el camino.
Creo que de las 170 niñas que han pasado por la escuela a lo largo de estos diez años, más de la mitad se habrían quedado embarazadas antes de llegar a los 17. Creo que muchos casos de violencia no se habrían denunciado, y se daría por hecho que la violencia estructural no es algo que se puede cambiar, que es denunciable y que la culpa no es de los niños o de las mujeres que viven debajo de un yugo.
Creo que 338 personas, niños y niñas, se despertarían, se pondrían sus zapatos rotos, su ropa rota porque no tendrían uniforme, y saldrían a buscarse el pan. Como lo hicieron muchos de los estudiantes de la Escuela antes de encontrar este cole. Wilson vive con sus tíos y ve a su madre una vez al año, porque existe la escuela y sus tíos viven al lado, y en la comunidad donde se crio solo podía trabajar; entró 3 años más tarde al cole.
No habría niños soñando con ser abogados, ingenieros o con montar su propio negocio.
La comunidad ha cambiado mucho porque no ha empeorado, y ahora hay sueños, hay casas más seguras, casas de ladrillo. La gente se queja de que no tiene agua potable y de que el suelo no está pavimentado, y en la época seca todo está lleno de polvo. Pero saben que eventualmente podrán cambiar esto. Si han conseguido ladrillos para sus casas, si están consiguiendo tener red y luz, van a conseguir agua y asfalto.
Hemos conseguido visión de futuro, de mejora. Y no somos solo nosotros, pero si no fuera por la escuela, estoy segura de que estos cambios habrían sido mucho, mucho, mucho más lentos.


