Diario 39: Camalote City

Hace poco vino a la oficina Natalia, estuvimos viendo cómo presentar los premios de filantropía de La Caixa Banca Privada. Solemos presentarnos a premios, pero en el análisis de cómo ha mejorado la comunidad y el entorno donde está el proyecto nos suele costar bastante, sobre los beneficiarios directos no tenemos dudas, pero sobre la comunidad entera se nos hace un poco bola.

Los patronos que llevan yendo desde el principio a Honduras nos dicen que la comunidad ha cambiado una barbaridad, pero luego, cuando preguntamos a algunos hondureños que trabajan en el proyecto, nos dicen que ellos lo ven igual.

Es verdad que sigue sin haber agua potable en las casas y que la luz se sigue yendo en la comunidad. Pero hay casas más estructuradas, hay familias que han puesto cimientos que antes no tenían. No se ve a los niños pasear por las calles tranquilamente, pero sí hay más negocios pequeños y familiares. La escuela ha traído a más gente y sí notamos que la zona cada vez es un poco más segura. Camalote, a lo mejor en calles no se ha ampliado en estos 10 años, pero sí hay más estructura, sí hay un poco más de movimiento.

Una cosa curiosa que nos pasa a nosotras es que, siempre que intentamos que vengan hondureños de voluntariado a la escuela o a conocerla, a veces nos dicen que les encantaría ayudarnos, pero que les da miedo ir por esa comunidad, meterse con su coche de ciudad por esas calles no pavimentadas, llenas de polvo, baches y agujeros. Pero también lo dicen por la seguridad.
Andrés, un amigo hondureño, cuando vino nos dijo que lo pasó un poco mal, pero que iba todo el trayecto hasta llegar a la escuela diciendo: “Si las españolas pueden, yo también”. A nosotras nos hacía mucha gracia, porque hasta dormimos en la escuela la mar de a gusto (hay habitaciones para voluntarios).

Es fuerte y es duro que la gente de tu propio país, te dé tanto miedo que no seas capaz de ir a hacer voluntariado a 20 minutos en coche de tu casa, por lo que pueda pasar. Y que exista una diferencia tan, tan abismal entre la gente de ciudad y la población rural en Honduras. Un 47 % de toda la población hondureña vive en zonas rurales. Y el problema no es solo ese, sino que son zonas aparentemente inaccesibles para el resto de la población, y pasa un poco el “si no lo veo, no lo siento”, y un saber y ser súper consciente de las carencias que tienen tus paisanos y tu país, y no atreverte a apoyarlo de forma activa porque no encuentras la manera de hacerlo de forma segura.

Es por eso que nosotras nos pasamos el día invitando a la gente a que venga a la Escuela, porque es un oasis en medio de una comunidad que sigue necesitando mucho apoyo. Y porque sabemos que la gente alucina con lo que hay dentro.
Lo que enseñamos en redes es a los alumnos súper sonrientes y felices, comiendo dulces hechos en la escuela, estudiando en un laboratorio (un sueño para cualquier colegio que se encuentre por la zona), bien peinados y contentos. Pero, como muchos pudisteis ver en el documental, lo que ya saben los propios hondureños, que la realidad fuera de la Escuela luego no es esa. Por eso también es parte de nuestro trabajo hacer ver a los voluntarios en terreno que es seguro, que pueden venir, verlo, para luego poder ayudarnos a compartirlo y crear comunidad. 

Cuando los patronos dicen que han visto un cambio increíble en Camalote nos suelen hablar de las casas particulares de antiguos alumnos, que han podido trabajar y construir un abuena estructura en su casa, como Greysi. Porque cuando llegaron había casas hechas de palos, barro y lata. Las sigue habiendo, pero cada vez menos y sí que tenemos un poco que ver con ese cambio.

Lo que también hay es más jóvenes queriendo estudiar y buscando trabajos dignos, y esa medalla sí que nos la podemos echar al cuello sin dudarlo. 

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